No es algo con lo que se nace, sino que la
educación y el entorno van modelando nuestra forma de ser. De niños, aprendemos
a decir que no. Es una etapa en la que la «personita» va autoconociéndose. «De
5 a 10 años decimos ''no'' por sistema. Es una etapa en la que se está asentado
el yo, la personalidad», precisa García. Sin embargo, a medida que crecemos se
nos educa en lo políticamente correcto, algo que «ha invadido toda nuestra
cultura y se ha edificado como una norma social. Suele darse en personas
dependientes emocionalmente, tímidas y con la autoestima baja. Dicho de otro
modo, dependientes de campo, de los que me rodean ya sea en casa, en la calle o
en el trabajo tienen que quererme», precisa García.
En eso influye, y mucho, que la experiencia
negativa de tener que decir ''no'' a alguien, tiene un impacto más duradero en
el tiempo y en la emoción que los acontecimientos positivos. «El malestar que
nos genera decir ''no'' es superior al esfuerzo que se pide por hacer un favor
a alguien, por ejemplo», asevera García. De todo ello subyace la inseguridad,
por lo que aprender a canalizar conflictos y saber recibir críticas resulta
clave.
Es importante romper con esta barrera
porque en algún momento puedes estar haciendo un favor a alguien con buena
intención y en otras a un chantajista. Y estas situaciones en individuos que
desean alejarse de cualquier controversia y quieren a toda costa agradar,
pueden en muchos casos acabar siendo manipulados para hacer cosas que no
quieren y que van en contra de su ética.
Formarse para poder decir «no» está al
alcance de todos. La mayoría de cursos y talleres que se imparten bajo la
etiqueta de «coaching» en relación con la inteligencia emocional incluyen
apartados en los que se ejercita a los alumnos para pronunciar esta palabra.
El periódico larazon.es
2013-11-11
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