África sufre una
auténtica invasión multicolor. En los árboles, en la tierra, en las calles, en
los ríos, en los campos de cultivo, en las copas de los árboles. Está por todas
partes, hasta el punto de que en algunos lugares, como en Sudáfrica, la llaman
la flor nacional. Y, sin embargo, no es planta ni animal. Se trata de la bolsa
de plástico, un producto que mata al ganado; contamina el suelo, el aire y el
agua; obstruye los canales de desagüe y, de esta manera, genera inundaciones, y
contribuye a la presencia de enfermedades mortales como la malaria. Por eso,
desde hace más de una década, África ha emprendido una auténtica guerra contra
este producto y se ha situado en la vanguardia mundial de las medidas
restrictivas que tratan de hacerlo desaparecer del paisaje. Una veintena de
países lo prohíben de manera tajante, como es el caso de Ruanda, Uganda, Gabón
o Kenia, o lo gravan como si fuera un artículo de lujo. Y cada vez se suman más
Gobiernos a esta cruzada, que, sin embargo, se enfrenta a dos problemas: la
falta de alternativas baratas y viables y la resistencia de las empresas
productoras o transformadoras.
El periódico elpais.com 2013-11-11
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