Cada vez son más numerosas las noticias de padres que han
denunciado que a su hijo le acosan los compañeros de colegio. A veces estas
denuncias llegan demasiado tarde, cuando ya el menor está seriamente
perjudicado. No es una cuestión aislada, el acoso escolar existe y no es un
problema que haya que dejar pasar porque todavía algunos consideren que «es
cosa de niños».
Para conocer las claves de esta grave lacra
Mirea Long, profesora y especialista en asuntos pedagógicos, co-directora y
co-fundadora de la Pedagogía Blanca, ofrece una serie de consejos para que los
padres sepan detectarlo y cómo actuar.
El mayor problema que supone el acoso
escolar es la dificultad para detectarlo. Los adultos que rodean a la víctima
pueden no darse cuenta o minimizarlo. El acoso no es el que el niño reciba
agresiones físicas. Normalmente esto, que puede o no llegar a suceder, es la
culminación de un proceso de victimización muy
complejo.
Comienza
con agresiones e intimidaciones que el agredido deja sin una respuesta adecuada y que
hacen que los agresores aumenten la intensidad del acoso. Puede
comenzar con insultos, motes dañinos, hablar mal del niño y volver a otros
compañeros en su contra sembrando rumores
malintencionados sobre él. Además, las amenazas para lograr que el niño haga
algo que no desea, quitarle un objeto, la misma merienda y hasta pedirle dinero
son otras de las manifestaciones del acoso escolar. El objetivo es hacerle sentir miedo a las agresiones, a
las burlas, a que se cuente algo negativo sobre él. También, el acoso escolar
se puede manifestar con agresión física: darle collejas o
ponerle la zancadilla, empujarle o robarle, esconderle o quitarle sus
pertenencias.
El acoso
psicológico es la forma más sutil, pero igualmente dañina,
de la violencia escolar. A la víctima no se le deja participar en juegos o en
actividades sociales conjuntas, se le aisla, no se le habla y se le ignora
activamente. Lo tratan como un apestado y eso hace que, incluso los que no
participaban activamente en el acoso, también se alejen de él, por mantenerse
en el grupo, por contagio o por temer ser ellos mismos víctimas.
No hacer
nada frente a un maltrato es convertirnos en cómplices y
estaremos dando nuestra aprobación al maltrato. Hoy denunciaríamos a un vecino
que pega a su mujer, a unos padres que agreden a sus hijos o actuaríamos si
viéramos un delito, avisando a las autoridades si no somos capaces de evitarlo
directamente. Lo mismo pasa con el acoso escolar.
Cuando
el niño vea un comportamiento de acoso escolar debe saber que no hay que
ponerse del lado de los agresores, no participando ni tampoco riéndoles la
gracia. Más bien deben intentar acercarse al niño que sufre y hablar con él,
para que les explique cómo se siente y pueden animarlo a pedir ayuda a sus
padres o profesores directamente.
Si la escuela reacciona positivamente el
problema puede solucionarse, pero también nos podemos encontrar con una negación institucional de la violencia si no hay graves signos
externos, por lo que el niño acosado vería negado su problema y sin salida
posible.
Consejos para actuar frente al acoso:
Si el acoso ya está establecido no
enfrentarse directamente al grupo de agresores. Lo que hay que hacer es hablar
con los propios padres, contándoles la situación o acudiendo a un profesor de
confianza y pidiendo al tutor que organice debates o tome las acciones
pertinentes para ayudar a la víctima.
Si la situación es muy seria y la víctima
está en riesgo, el niño debe saber que tiene que acudir inmediatamente a un
adulto responsable. Muchos colegios tienen programas de actuación para estos
casos, pero es necesario avisar cuando se conocen para que puedan ponerse en
marca. La responsabilidad es de todos.
Enseñando a nuestros hijos que no es
graciosos burlarse de otros o dañarlos, les ayudaremos a tomar la actitud
correcta ante los primeros síntomas.
Eso no es chivarse, es actuar con justicia.
El silencio es lo que agrava el acoso. El niño debe saber que no estará solo y
que los adultos van a ayudarle y a creerlo, que puede acudir a ellos a contar
lo que está pasando.
La mayoría de los casos se resuelven si se
habla pronto de ello y nuestros hijos, conscientes de que no se debe tolerar el
maltrato, se convertirán ya no en cómplices activos o pasivos, ni en
observadores de la violencia, sino en el apoyo que el sistema necesita para
darle la vuelta al acoso escolar.
El papel de los padres es fundamental para
detectar el acoso, estando atentos a los cambios en la conducta del niño y
brindándole apoyo en cuanto sufra algún tipo de acoso, nunca minimizándolo, ni
diciéndolo que se haga más duro ni contándole que eso siempre ha pasado.
¿Cómo detectar el acoso?
Estar atentos a los cambios en la conducta
del niño: se muestra más irritable, violento o tiene rabietas.
Presenta síntomas psicosomáticos como
dolores de estómago o de cabeza sin causa médica real.
Se resiste a ir al colegio, tiene verdadero
miedo a volver tras las vacaciones.
Nunca quiere hablar sobre su vida escolar.
Tiene un bajón repentino en su rendimiento.
No quiere ir a las excursiones.
Han dejado de invitarlo a las fiestas de
cumpleaños.
Empieza a perder o a aparecer con sus
pertenencias escolares o personales rotas.
El periódico abc.es
2013-11-09
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